Carta de melancolía


Sonreí mientras las ruedas fueron bailando en el pavimento, y ocho días después me refugie en el frio.  A veces solo basta un balcón, un foco de luz apagado, un dorama y un cielo en vez de negro, gris, de ese con nubes casi transparentes, pero me resultó que esta no es una de esas veces. Esta vez mis piernas, las que me conducen siempre hacia ti, como en aquel poema de Mario, se me quedaron estáticas, y no te extrañé, solo me hiciste falta, que no es lo mismo.

No hubo sino hasta la hora de respirar como en el puente de una canción de Swift, una cascada de nostalgia escapando de todos los sitios de mi ser; y entonces si, solo te extrañé.

Te pienso en voz alta las veces que sostuviste mis manos hasta dormir, y la ultima noche en la que vibraron nuestros hombros al abrazarnos. Siempre dije que tu cama era mas cómoda que la mía, por no admitir que siempre fue tu compañía; pero no prununcio palabra alguna...

Porque no es lo mismo cruzar un par de edificios que cruzar una frontera, que incluso hasta la luna que sí puede, estaba incompleta, reflejándome como una canción de Timberlike. 

Después de estas letras vengo yo a ser lo mismo que el árbol del poema de Benedetti, pero fragmentado.

Y ésta es sólo una hoja tan seca y otoñal desprendida desde la raíz de la vena mas sensible de mi corazón; que se abandona en el suelo rogando al viento que le lleve hacia tí por un poco de vida... antes de crujirse bajo la mínima gota de ausencia que pronostica en el tiempo esta carta de melancolía.



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